martes, 23 de noviembre de 2010

La esperanza es lo último que se pierde

Paseaban por una calle de Gijón, un poco perdidos, ya que habían llegado recientemente.
Sus figuras destacaban entre la prisa de la ciudad.
Él llevaba la delantera, sonriente y con los ojos llenos de nostalgia, ella iba un poco más atrás,con gesto resignado, compartiendo su brazo con la bombona de oxígeno que le ayudaba a respirar. Se me ocurrió que el hombre con el que había compartido tantos suspiros en su vida, sujetaba ahora su aire para que pudiera seguir suspirando a su lado.
La niña iba feliz, aparentemente ajena a todo, caí en el error de subestimar su mente especial, pensando que no recordaría su pasado.
Ella era el centro de sus vidas.
Muchas veces pensamos que los ancianos nos cuentan su vida porque les apetece recordar... yo estoy segura de que ellos me contaron su vida porque era lo que llenaba todo su pensamiento.
Los padres de la niña habían muerto en un accidente de tráfico, y los abuelos tuvieron que hacerse cargo de ella puesto que ninguno de sus otros hijos querían ocuparse de la pequeña por su situación.Dicen que perder un hijo derrumba tu vida, a ellos la vida no les dio la opción de derrumbarse.
Me preguntaron por la estación de autobuses, cerca había un centro de educación especial donde querían matricular a la niña. Habían dejado todo en León y habían decidido cambiar su tierra y su vejez para volver a ser padres y poder garantizar su futuro cuando ellos faltaran.
- ¿Qué será de ella cuando nosotros no estemos?- Se repetía la mujer.
Les acompañé hasta la esquina desde donde podía indicarles más fácilmente, escuchando todo lo que me decían con sus voces y sus miradas.
Me di cuenta que los años no matan las ganas de luchar por los que queremos.
Antes de irse me dieron un abrazo agradecidos, envidié la fortaleza de su sonrisa.
Vi como se alejaban, juntitos, despacito, pero firmes, como el que vuelve magullado de la guerra y solo desea encontrar tranquilidad...